Economistas, abogados, médicos, ingenieros, periodistas…, todos ellos van a tener que adaptarse, en un corto plazo de tiempo, para convivir profesionalmente con sistemas tecnológicos que complementarán o transformarán su actividad. Todo aquello que, hasta ahora, formaba parte de su actividad más rutinaria o de la ejecución de procesos que requerían capacidades de gestión administrativa, podrá ser realizado, de forma más eficiente, por la inteligencia artificial, la robótica avanzada, la interoperatividad entre dispositivos sin asistencia humana o la realidad aumentada, pues supondrá ahorro de costes, reducción o eliminación de errores, capacidad de ejecución ininterrumpida y sin horarios, e incluso, desde otra perspectiva, eliminación de imprevistos como bajas laborales o huelgas.
Los profesionales de la economía y de la administración y dirección de empresas desarrollan actividades muy variadas e interconectadas con otras muchas profesiones en todo tipo de instituciones o empresas y con labores financieras, comerciales, organizativas, etc., pero, muchas de ellas, tienen un elevado componente de gestión burocrática que requiere una considerable dedicación temporal, con poco valor añadido y para lo que no se requiere la formación con estudios superiores.
Así, por ejemplo, las actividades de índole bancaria tradicional desarrolladas en las oficinas están siendo rápidamente reemplazadas por la banca a distancia; blockchain incidirá fuertemente en el ámbito de los contables y auditores; big data en el campo comercial o en el análisis de escenarios macroeconómicos; los robadvisors en el asesoramiento financiero y la gestión de carteras de inversión; las aplicaciones de fintech en la gestión de tesorería y de medios de pago o de financiación empresarial; la inteligencia artificial en la atención a los clientes;, los sistemas de reconocimiento de voz y de procesamiento de lenguaje natural en infinidad de actividades de gestión administrativa; y, así, indefinidamente y de forma creciente día a día.
En Japón ya hay robots que venden seguros; el dinero en formato billete o moneda tiene sus días contados y las criptomonedas se van planteando incluso desde los bancos centrales; los asistentes domésticos -como Alexa- permiten hacer transferencias por voz; entidades bancarias como Goldman Sachs utilizan los algoritmos de Kensho para calcular, en segundos, proyecciones financieras que antes requerían días de trabajo de muchos analistas, por lo que los asesores financieros personales sólo serán eficientes en aquellos ámbitos en los que la información pública no esté fácilmente disponible. Además, las máquinas están programadas para tomar decisiones no sesgadas, ni sometidas a subjetividades personales. La economía de plataformas o uberización de la economía está replanteando los sistemas de organización empresarial y los modelos de negocio; el número de usuarios y los datos que generan tienen más valor que la facturación; los influencers aportan más clientes que los anuncios publicitarios; e, incluso, los científicos de datos son capaces de anticipar y modelar el comportamiento de los consumidores.
En este contexto, los economistas sólo podrán destacar en aquello que requiera visión e interrelación de conceptos e ideas, en la aplicación de su experiencia, o en el juicio de las percepciones y el análisis de variables que no sean fácilmente asequibles por ingenios tecnológicos.
Por ello, la formación de los economistas requiere, cada vez más, capacidad de visión y perspectiva, estímulo de la creatividad y disponibilidad para combinar disciplinas. Un buen economista, o un buen directivo de empresa, deberá tener, necesariamente, además de las llamadas “soft skills”, conocimientos de la aplicabilidad y potencial de las nuevas tecnologías; pero, también, capacidad de abstracción y de combinación de materias muy diversas que engrandezcan sus conocimientos, como la geoeconomía, la historia contemporánea, la sociología o el pensamiento filosófico, si quiere aspirar a la alta dirección de las compañías. Por ello, la clásica memorización de materias en los planes educativos y la retención de conocimientos cambiantes y siempre disponibles en la red, deja de tener valor. Todo aquel proceso de gestión que pueda ser descrito y estructurado será mecanizable; y todo aquel profesional que pueda explicar de forma clara en qué consiste su trabajo, será reemplazado, tarde o temprano, por alguna o varias tecnologías.
Las empresas contratan profesionales para cubrir puestos de trabajo en función de los conocimientos y capacidades que requieren y no necesariamente por el título universitario que portan. La inderdisplinariedad de un número creciente de puestos de dirección atiende a las aptitudes, actitudes y capacidades; por ello, los llamados Grados Abiertos se empiezan a configurar, principalmente en EEUU, como una opción cada vez más atractiva para satisfacer las demandas específicas de la nueva economía digital. Y como indican Tinbergen (1974) y Goldin y Katz (2008), la tecnología es más complementaria con empleos más cualificados.
Aunque los informáticos y programadores están cada vez más presentes en actividades antes dominadas por los economistas; son éstos los que vislumbran aplicaciones de las nuevas tecnologías que transmiten a los ingenieros para que puedan hacer más eficientes muchos procesos o para crear nuevos modelos de negocio. Astrofísicos y meteorólogos desarrollan algoritmos para los mercados financieros, pero los economistas suelen ser más capaces de explicar a los clientes lo que acontece en sus inversiones. Los que se ocupan del marketing empresarial saben que las redes sociales, el neuromarketing y los científicos de datos son elementos clave en su actividad, dando más valor a las funciones creativas. Los contables y auditores ya manejan conceptos como la contabilidad de partida triple (por el añadido de las capacidades de blockchain al sistema tradicional de partida doble). La ciencia del análisis de big data, combinada con la inteligencia artificial, permite descubrir variables e interrelaciones que superan los clásicos análisis de tendencias de la econometría. Lo mismo ocurre con los análisis macroeconómicos y de coyuntura. En cuanto a los economistas centrados en la dirección estratégica y la organización de empresas, la transformación digital ha dado la vuelta a muchos conceptos clásicos: las estructuras son más planas, la interrelación interdepartamental creciente y los sistemas de producción con la nueva industria 4.0, revolucionarios. La logística tradicional y los sistemas de trazabilidad de las mercancías se van a transformar radicalmente, por no hablar de los fuertes cambios en el ámbito de los recursos humanos, del reclutamiento y retención de talento y de la gestión de las preferencias profesionales de las cohortes de millenials y centenials.
La tecnología complementa o amenaza las actividades tradicionales de los economistas y de la administración y dirección de empresas, por lo que la aportación de valor de estas profesiones residirá, cada vez más, en todo aquello que no sean tareas administrativas o de gestión. Toda rutina, cálculo o análisis que pueda desempeñar mejor un sistema tecnológico que un humano será mecanizado. Así, para autores como Katz y Kearney (2006), la tecnología complementa a empleos con tareas abstractas y no rutinarias; no afecta a tareas manuales no rutinarias, pero sí a empleos con tareas rutinarias.
La diferenciación y pervivencia de los economistas dependerá en el futuro mucho más de su potencia intelectual, de su capacidad de adaptación y interrelación multidisciplinar y de su capacidad para trabajar con sistemas tecnológicos que les complementen o los que únicamente guíen. La mera posesión de conocimientos, la simple y siempre frágil memorización humana y la especialización en tareas administrativas, serán secundarias, para terminar siendo irrelevantes.
Dr. Ricardo Palomo Zurdo
Es Catedrático de Economía Financiera en el Departamento de Economía de la Empresa
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