En España el precio medio de una entrada de cine se sitúa alrededor de los 7€. Para muchos espectadores este importe resulta excesivo y constituye una de las principales causas por las que cada vez se acude menos a las salas de exhibición. Sin embargo, cuando se observa a qué se destina cada euro pagado en la taquilla se puede entender por qué está disminuyendo el número de pantallas en nuestro país.
Durante las vacaciones de verano muchos españoles habrán acudido a una sala de cine a pasar su tiempo de ocio. Por este motivo, las grandes productoras y distribuidoras reservan parte de sus estrenos más esperados para esta época del año. De hecho, de las 20 películas más taquilleras en 2018 en nuestro país, 5 fueron estrenadas durante el período estival.
Sin embargo, la felicidad que desprenden estas cifras no llega de igual modo a todos los intervinientes de la industria. En realidad, si se analiza cómo se distribuye el importe que paga un individuo por una entrada de cine, se llega a la conclusión de que el reparto de fuerzas entre exhibidor, distribuidor y productor no es equilibrado.
El exhibidor es el propietario de la sala de cine y el responsable de la recaudación. Por cada euro que ingresa por una película debe pagar los siguientes importes fijos:
- 10% de IVA
- 3% a las entidades de gestión de derechos de autor
Una vez satisfechos estos porcentajes, el propietario de la sala deberá abonar su importe al distribuidor. Esta parte dependerá, entre otras cuestiones, de la calidad de la película o la popularidad del director o de los actores que la protagonizan. En este sentido, es lógico pensar que cuanto más atractiva sea la película para el público mayor será el precio que solicite el distribuidor. Por regla general, en nuestro país, el porcentaje medio que suele exigir el distribuidor ronda el 45%. Sin embargo, en éxitos de taquilla asegurados, este importe puede ser mucho mayor. Por ejemplo, en el caso de El último Jedi, Disney puso como condición recaudar un 60% del precio de la entrada para ceder los derechos de exhibición de la película.
Así pues, con el 42% restante, en el mejor de los casos, el exhibidor deberá financiar todos los costes, incluido el inmueble y la tecnología necesaria para la proyección. Esto explica por qué la mayoría de las salas de cine recurren a otros medios para generar ingresos adicionales, como la venta de palomitas y refrescos, puesto que con lo que obtiene de la entrada, en muchos casos, no logran cubrir gastos.
Por su parte, el distribuidor cinematográfico es el encargado de hacer llegar las películas a las salas de cine y quien realiza las campañas de comunicación de cada uno de sus films. Entre las más importantes a nivel global se encuentran Sony, Disney o Universal Pictures, entre otras. Estas empresas sufragan todos los gastos de promoción y distribución de las películas con el porcentaje que percibe del exhibidor y, solo cuando han cubierto estos costes y se han asegurado un beneficio, proceden a abonar a la productora el importe de la película.
Finalmente, el productor es quien, en última instancia, financia la realización de la película y, sin embargo, el último eslabón a la hora de recuperar su inversión. De hecho, puede darse el caso de que la empresa productora no llegue, siquiera, a cubrir el importe destinado a la producción del film si el estreno no alcanza el nivel de recaudación que se esperaba. Este sistema de financiación, sin duda, beneficia a las grandes productoras propiedad, en muchos casos, de los gigantes de la distribución y sume en la incertidumbre a las pequeñas productoras de cine independiente.
Dra. Desamparados Lluch Tormos
Es Vicedecana de la Facultad
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