Fuente: Stegmann J. G. I. (28 octubre de 2019). «Menos rendimiento académico, obesidad y diabetes: los peligros detrás de los horarios escolares». [En línea]. En ABC. Disponible en URL: https://www.abc.es/sociedad/abci-menos-rendimiento-academico-obesidad-y-diabetes-peligros-detras-horarios-escolares-201910271707_noticia.html [Fecha de consulta: 3/12/2019]
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Cataluña evalúa abandonar la jornada continua, defendida históricamente por comunidades del PSOE, aunque favorezca la obesidad y cree desigualdad.
Tiene consecuencias en la conciliación, en la equidad, en el rendimiento académico, en el descanso de nuestros hijos y hasta en la posibilidad de desarrollar obesidad o diabetes tipo 2. El debate sobre los horarios escolares y, concretamente, la adopción de la jornada continua o partida no es nuevo. El problema es que no ha sido una prioridad para los gobiernos de turno y que, a la hora de elegir una u otra, no se ha echado un vistazo a lo que la ciencia dice sobre el tema.
Ahora, la Consejería de Educación de Cataluña va a celebrar una jornada con expertos en sueño, nutrición, etc. para llevar a cabo una reforma horaria en los centros, informa Esther Armora. La consejería evaluará propuestas como la de la Fundación Jaume Bofill, que pretende una auténtica revolución en las aulas. Propone en Secundaria, para reducir la enorme carga lectiva existente, que los descansos sean considerados actividad educativa; que las clases de guitarra o piano realizadas fuera de la escuela también cuenten en la nota y que, «el horario del comedor, tanto en Primaria como en Secundaria, como sucede en Finlandia, forme parte del espacio curricular y sea más corto, de una hora y media, como en Francia, Italia o Portugal, y no de tres como hacemos en España», explica Elena Sintes, jefa de proyectos de la fundación.
La misma idea defiende el profesor de Sociología la Universidad de Valencia, Daniel Gabaldón en su «Guía sobre tiempos escolares» del año 2016, en la que hace una fuerte crítica la jornada continua: «No es extraño en nuestro contexto europeo que las comidas se hagan en el centro y en compañía del tutor (…) donde los estudiantes aprenden sobre higiene, hábitos alimenticios saludables y reciclaje de residuos. No es cierto, por tanto, como se ha venido aireando de manera interesada, que la jornada continua sea el modelo imperante en Europa. Ni siquiera el alumnado finlandés de primero de primaria que asiste a clase de 8 a 12 se va a casa sin comer, pues en esas escasa 4 horas dedican casi una a comer con su tutor una comida que, por cierto, está sufragada por la administración pública».
Tanto Sintes como Gabaldón son férreos defensores de la jornada partida. La primera, realizó en 2012 el informe «A las tres en casa» que concluía que «no hay evidencia de que la jornada continua mejore el rendimiento académico ni que tampoco sea mejor en términos de conciliación familiar. Además, tiene un tercer handicap: agrava las desigualdades porque deja las tardes vacías para el alumnado cuyas familias no tienen posibilidades económicas para complementar la actividad lectiva con las extraescolares», explica Sintes a ABC. «Son los niños de la llave, están solos. Lo ideal sería que los centros asumieran las extraescolares y no que sean de pago», añade Francisco López Rupérez, expresidente del Consejo Escolar del Estado y director de la cátedra de políticas públicas de la Universidad Camilo José Cela. «El gran argumento de los defensores de la jornada continua suele ser la conciliación, no la igualdad. La escuela es un factor igualador, si los “sueltas» antes, más desigualdad se genera», añade el catedrático de sociología de la Universidad Complutense, Mariano Fernández Enguita.
Qué dicen los padres
Los padres (la gran mayoría no dispone de jornada intensiva) ven (ahora) más opciones en la partida. «La continua ocasiona un sobrecoste a las familias que tienen que pagar actividades extraescolares por la tarde, además de que se les meten demasiadas horas y los expertos dicen que rinden menos. Por si todo esto fuera poco, llegan a comer a casa demasiado tarde», explica Leticia Cardenal, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA).
No hay evidencia de los beneficios de la jornada continua en el rendimiento de los alumnos pero sí en su contra. Y se sabe hace tiempo. La primera investigación se hizo con dos muestras de alumnos de la entonces EGB en 1987 y 1990. Las calificaciones de los estudiantes de la continua eran de un 12 a 14 por ciento más «insuficientes», es decir, tenían más suspensos los de la intensiva que los de la partida. Así lo apunta una investigación de José Antonio Caride realizada para la Universidad Santiago de Compostela, citada por Fernández Enguita. Otro informe del año 2000 de los investigadores Isabel Ridao y Javier Gilpara la Universidad de Sevilla y realizado con alumnos de tres provincias andaluzas apuntaba en la misma dirección. Los de la continua tenía un 8 por ciento menos de aprobados y más materias suspensas por alumno suspendido.
Hace tan solo un mes se han conocido nuevos datos, no en contra de la continua pero sí a favor de la partida. Una comisión interdisciplinar (en la que participacion hasta los conductores de autobuses escolares) designada por el Senado de Massachusetts concluyó que es necesario retrasar el inicio de las clases para acomodarse al ritmo de aprendizaje de los niños. Dos año atrás, en 2017, un estudio en España concluyó que la jornada partida, que exige a los niños empezar las clases más tarde, aumenta un punto el rendimiento escolar (se evaluó a niños desde los 3 hasta los 18 años) y, más de un punto, en los que previamente tenían peores notas. «Y un punto es mucho», aclara Gonzalo Pin, autor de la investigación y Jefe de Servicio de Pediatría del Hospital Quirón de Salud de Valencia y coordinador del grupo de trabajo de sueño y cronobiología de la Asociación Española de Pediatría.
Por qué no hay que poner Matemáticas o Filosofía a primera hora
Lo que subyace en la investigación de Pin sobre el rendimiento de los niños en función del tipo de jornada es, en realidad, la importancia de respetar los ritmos circadianos y de aprendizaje de los niños, algo sobre lo que ya llamó la atención el médico francés François Testu, allá por los años 90, precisamente cuando en España aterrizaba la jornada continua. «Testu ya explicó que, contrariamente a lo que se piensa, hay un mínimo rendimiento a primera hora de la mañana, este va aumentando y es máximo a las 11, empieza a disminuir progresivamente y vuelve a subir entre las 15:30 o 16 hasta las 17:30», explica Pin, lo que cuestiona el hecho de que se pongan las materias «fuertes» como Matemáticas o Filosofía a primera hora de la mañana.
La concentración por la mañana es especialmente problemática para los adolescentes, con la paradoja de que entran antes que los de Infantil y Primaria. «Los adolescentes tiene un retraso en su reloj biológico, empiezan a segregar la hormona que nos hace dormir, la melatonina, más tarde, por lo que se acuestan más tarde. Si con la jornada continua los hacemos ir a clase a las ocho de la mañana para que acaben a las dos, el rendimiento es mínimo, es como si nos pusiéramos a trabajar a las cinco de la mañana», explica Pin. La jornada continua provoca, además, un retraso en la hora de la comida. «Acaban a las 14, llegan a casa tarde y terminan comiendo a las 15 o incluso 16. Comer más tarde favorece la prevalencia de obesidad y diabetes tipo 2. Y esto encima en nuestro país, campeón en obesidad infantil», advierte Pin.
Malos resultados en PISA
A la jornada intensiva se le suma otro problema y es que España cuenta con unos de los sistemas con mayor carga lectiva y un número más limitado de días lectivos en comparación con los países de nuestro entorno, lo que hace que la intensidad de las jornadas sea de las más elevadas, advierte Gabaldón. «Si sometes a un niño a una atención continuada sin pausas es imposible que rinda y no hacen falta investigaciones para ello», señala Rupérez. También somos los que más recurrimos a clases particulares. «Este esfuerzo de los alumnos choca con la mediocridad de los resultados en PISA» que Gabaldón atribuye, una vez más, a la mala gestión del tiempo escolar.
¿Cómo se llegó a la jornada continua en España si no hay rastro científico de sus beneficios? En las comunidades del sur (Andalucía, Canarias, Extremadura, Castilla-La Mancha), históricamente gobernadas por el PSOE, se originó a mediados de los años 90, un movimiento a favor de la jornada continua, empezando en la ESO y después extendiéndose a Primaria. Los argumentos eran el calor en las tardes o que los alumnos tuviesen la tarde libre para otras actividades. «En realidad era una concesión a los sindicatos del profesorado», señala Rupérez. «A los docentes les conviene la continua porque pueden irse a casa y el PSOE apoya esta jornada porque tiene su público natural en el profesorado», apunta Enguita. Nicolás Fernández Guisado, presidente del sindicato de profesores ANPE niega rotundamente esta idea: «Cada centro debe elegir el tipo de jornada que desee y a los profesores les es indistinto porque deben cumplir un horario fijo de presencia en los centros. La idea de que beneficia a los profesores es un mantra de los padres que tienen el concepto de la escuela como guardería, como aparcadero de niños», critica.
Este movimiento se inicia en la enseñanza pública y fue ganando adeptos como algo innovador desde el punto de vista pedagógico, con el apoyo de sindicatos de profesores e incluso también de los padres que recogían a sus hijos al finalizar su jornada laboral (sobre todo los funcionarios).
La jornada intensiva se fue extendiendo también en comunidades del norte en las que el clima no era un problema, por ejemplo en Asturias o algunas provincias de Castilla y León. Al final alcanza a la mayoría: Comunidad Valenciana, Aragón y Baleares…Y llega a la concertada. «Los centros concertados se opusieron por los efectos pedagógicos, pero fueron tachados de conservadores y de no velar por los alumnos, lo cual era falso», defiende Luis Centeno, secretario general adjunto de Escuelas Católicas. La privada, por su parte, siempre ha optado por la partida: «Ayuda a la socialización de los alumnos y permite más tiempo para desarrollar adecuadamente el currículo», defiende Juan Santiago, presidente de ACADE.
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