Alumna del Máster de Secundaria premiada «CEU por la Vida»
Querida hija: hoy te escribo desde el ocaso de mi vida. Estoy en el campo, en nuestro campo. Aquel que me vio nacer y crecer y que pronto me verá partir. La luz de la última hora de la tarde, dorada e infinita, inunda el mundo, y una suave brisa hace bailar el mar de trigo que baña
la tierra. Las montañas, a lo lejos, se mantienen imperturbables, y una bandada de golondrinas
surca el cielo y juega con los últimos rayos de luz. Las campanas de la iglesia, tan joviales como
siempre, cantan, y en su cantar anuncian con su melodía la última misa del día. Varios niños
juegan y ríen en algún lugar que me resulta, al mismo tiempo, cercano y lejano. Y mientras, mi
cuerpo envejecido, herido de tiempo, más consciente que nunca de su finitud, halla resguardo al final de la senda esmeralda bajo un olivo que aquel mismo plantó hace más de sesenta veranos.
Y mi alma, entretejida a golpe de azada con este campo, con esta luz, con esta brisa, con estas
montañas, con estas golondrinas y con estas campanas, ha encontrado insondable paz e insondable serenidad. Estoy listo para partir. Sé que mañana el sol volverá a bañar esta tierra, sé que los pájaros seguirán su ruta inexorable y que el viento continuará abrigando en su seno palabras nunca dichas y besos nunca dados. Y sé también que yo habré entonces emprendido un viaje sin retorno, pero mi corazón afronta sus últimos latidos henchido de paz, porque sabe bien el amor que aquí ha sembrado y el que consigo llevará. Sabe bien que ha vivido, hasta el desvivirse, el inmenso don de vivir que todos y cada uno de los días de su vida se le ha dado.
Querida hija: pronto me contarás, arropada entre mis brazos, qué ha sido de ti. Yo no puedo
decirte que, en esta tierra, la vida sea fácil. Lo que sí puedo decirte es que es inmensamente bonita y que merece ser vivida.
Querida hija: la luz del día se está extinguiendo y debo dejar este olivo, este campo y este
cielo para recorrer, quién sabe si por última vez, el viaje de vuelta a casa. No te digo adiós porque esto es, sin duda, un hasta dentro de muy poco.
Te quiere, con toda la fuerza de su corazón y llevando consigo el amor no menos grande de
mamá,
Papa
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